domingo, 3 de junio de 2007

Recuerdos de la Isla de los Vientos

La fresca brisa del anochecer me acariciaba mientras, acodado en la cubierta de popa del “Karalis” , veía alejarse en el horizonte las costas de mi amada Cerdeña. No lo recuerdo con certeza, pero es casi seguro que no pude reprimir las lágrimas al tener la certeza de que pasaría mucho tiempo antes de que volviera a sentir la fragancia del romero, sentir la calidez de su sol y la agradable sensación de caminar por la arena de la playa de Poetto.
Y lo peor, maldita sea, era dejar tras de mi, a mis seres queridos, Elena, mi Elenedda, amiga y confesora de tantos y tanto momentos; Carletto y Ginny, maravillosa pareja, Los Erasmus del primer año que estuve allí, y los del segundo, cuando fui a trabajar, los cientos de amigos italianos que conocí en los dos años que viví en Cagliari, los compañeros de piso, con los que no siempre fue fácil la relación, …
Y como olvidarme de Monica, diosa esculpida de mar y sol, sonrisa permanente y mirada calida, como el calido sol Sardo, mujer que me enseño a vivir, y a quien enseñe a amar, amor prohibido y furtivo, y como la noche se San Lorenzo que viví con ella, amor fugaz.
Alex, compañero mío del primer año y visitante ocasional el segundo, entendía perfectamente mi situación, puesto que también él vivió la experiencia Erasmus, también él se enamoró en la vieja ciudad, y también él sufrió la dura experiencia de volver, como el tango de Gardel, con la frente marchita, y descubrir, que después de la experiencia de vivir fuera un año, las diferencias con tus antiguos amigos son muchísimas mas que las coincidencias, que has dejado de ser español para ser, italiano, francés, ingles, americano, austriaco, polaco… porque te llevas en el alma un poquito de cada una de las personas que has encontrado en tu camino, y esperas que ellas lleven en su alma un poquito de ti.
Y es cuando descubres verdaderamente el sentido de un programa como es el Erasmus, que no es una excusa para estudiar en el extranjero, vivir unos meses fuera de la esclavitud de la casa de tus padres, y correrte unas juergas inolvidables. El verdadero sentido es crear un sentimiento, una conciencia global, darte cuenta de que aunque somos muy distintos en muchas cosas, en lo básico somos muy parecidos todos los europeos, madurar como personas, crecer como individuos y vivir miles y miles de pequeñas y grandes experiencias, tan difíciles de describir, como imposibles de olvidar.
En la Isla de los Vientos nací como persona, goce y sufrí las penurias de ser erasmus y no tener un euro, llore al despedir amigos que sabría que jamás en mi vida volvería a ver y con los que había compartido mesa y mantel, cervezas, porros, partidos de fútbol y tardes en la playa comiendo helados y enamorando italianas, en la isla del sol, fui extraño entre italianos, “il ciclone” entre mis compañeras de trabajo, y sobre todo fui feliz. Feliz con mi vida, feliz con mis estudios, feliz con mis amigos feliz con Monica… y algo menos feliz sin ella.
Si pudiese explicar a cada estudiante de hoy la dolorosa, la desoladora experiencia de volver a casa tras una erasmus, si pudiese transmitir todo lo que se siente al vivir eso, si tan solo pudiese explicar como no cambiaria ni uno solo de los momentos vividos allí, creo que nadie dudaría en vivir mis mismas vivencias.
Hoy hace mil años que las costas de Cerdeña se alejaron en mis ojos, pero llevo aun el aroma de sal, la calidez de su sol en la sangre, y la de sus gentes en el alma, y el eterno deseo de volver. Porque cuando vuelva, sé que me sentiré en mi casa.
A mis amigos de la Isla de los vientos... Grazie Ragazzi!