viernes, 31 de agosto de 2007

Ninfómanas y Otros Seres Mitológicos

En esta época está claro que tambien mi imaginación se ha ido de vacaciones, así que llevo unos días revisando viejos relatos, antiguos proyectos de novelas, y me he dado cuenta de el cambio de estilo sufrido con los años, y que por supuesto no seguirian la linea de "Las Batallas del Abuelo"
Sin embargo, una amiga me animó a publicarlo, para demostrar que yo también tenia una vena callejera. Asi que hoy quiero publicar este boceto de novela cuyo título, "Ninfómanas y otros seres mitológicos" es un homenaje a todos aquellos que, como yo, eramos incapaces de ligar con una chica, y esperábamos desesperadamente que apareciese una ninfómana que, por supuesto, jamas apareció.
Es posible que algunos considereis este relato como políticamente incorrecto y, en ocasiones, záfio. A esas personas, pido perdón de antemano, pero este relato meceria ser publicado, como homejane a una juventud cada vez más lejana
Un hombre joven y bien parecido entra en un bar. En su modo de caminar se nota que es una persona con un gran poder de decisión, con un absoluto dominio de su vida. Levanta la mirada y como si de una nave espacial se tratase, saca una invisible antena parabólica a modo de radar. Con un leve vistazo localiza su blanco. Mujer joven, entre 25 y 30 años, cabellera larga y sedosa, rubia, mirada felina, medidas esculturales.
El joven se acerca a la barra del bar con asombrosa rapidez, puesto que, aunque el bar esta abarrotado de gente, la sola presencia de un hombre asi, hace abrir un pasillo entre el gentío. Todas las miradas se posan en él, con envidia y rencor las de ellos (al fin y al cabo es un depredador insaciable en una jungla de mujeres) y con admiración y arrebatadora pasión las de ellas ( la ley de la jungla, señores. Hay que escoger los mejores genes).
La camarera, una impresionante morena con un escote vertiginoso y una minifalda que deja poco espacio a la imaginación, salta por encima del camarero guaperas con camiseta transparente ajustada a sus pectorales, y acude rauda a ponerle una copa.
Se atusa un poco la melena, que después de la frenética carrera de lado a lado de la barra, había quedado un poco desordenada.
- ¿Te pongo algo? - Le pregunta con una ardiente voz que intenta incitar al joven a arrancarle a mordiscos la ropa.
- Me pones mucho, corazón, pero antes de hacerte nada quisiera tomar una copa.
- ¿Y que va a ser?
- La copa, un cubalibre de Barceló, con mucho hielo y sin limón. De lo otro, ya hablaremos, aunque la pregunta sería más bien cuantos van a ser- respondió él mostrando una picara sonrisa, ayudada por un destello que la luz hizo saltar de su dentadura tipo "Profident".
Con un visible temblor en las manos, ella le pone la copa; el le da un largo trago, mientras la camarera sigue con admiración, el casi hipnótico movimiento de su nuez deslizándose arriba y abajo por su bronceado cuello.
- ¿Que te doy?
- Unas terribles ganas de saltar la barra, arrinconarte contra el rincón más oscuro del bar, y empezar a hacerte un traje de saliva.
- Eso suena muy bien. Cuando acabes de trabajar hablamos del tema, pero de momento cóbrate la copa, y quédate con el cambio- Respondió él mientras deslizaba un billete de 20 Euros en la barra.
Bien jugado, pensó él, siempre hay que establecer un objetivo principal y varios secundarios, por si acaso.

Comenzó a menearse al ritmo del merengue que el discjokey, que parecía prevaricar para que todo fuese perfecto, como si le hiciese falta a él, el rey del merengue, el Dios de los ritmos latinos que permiten arrimar cacho.
Balanceando la cadera como un cantante de moda fue acercándose a la rubia, la cual estaba ya sola, puesto que sus inseparables amigas habían discretamente dejado paso franco para que la sacasen a bailar, y sin mediar palabra le pasó una mano por la cintura, mientras que con la otra le tomo la mano, y comenzó a darle vueltas al ritmo de la música. Al cabo de 15 o 20 giros de esos que hace que los no iniciados teman seriamente que tendrán que llamar a los bomberos para deshacer semejante nudo, estaba claro que ambos querían lo mismo. A la salida de una vuelta especialmente complicada, acabaron bailando con una pierna entre las del otro y moviendo cadera, cintura y pecho a un ritmo que más se asemejaba a un polvo, que a un "inocente" baile.
Acabo la música, y el discjokey continuó poniendo ritmos latinos, pero ya no hacia falta. Al acabar el merengue, la tomo por el cuello y comenzando desde sus hombros (gracias a la camiseta con escote "palabra de honor") hasta su cuello, la fue besando con unos besos húmedos, calientes. Al llegar a su boca, metió su lengua en la de ella, mientras sentía como las rodillas de la rubia comenzaban a temblar. Estaba claro, ya era suya, ya podía hacer lo que quisiera.
Solo era cuestión de acabarse tranquilamente la copa, coger el coche e ir a su piso de soltero. Esta noche, tampoco dormiría solo. Una vez más había triunfado, aunque no era algo que le extrañara, al fin y al cabo, siempre triunfaba.
Quizás lo mejor de todo no fuese el hecho de triunfar en si, sino el comentar la jugada con sus amigos. La dulzura de la cara de ella, su figura, sus medidas casi perfectas, y lo absolutamente insaciable que era en la cama, una autentica diosa del sexo. Menos mal que el tampoco era manco y había estando dándole caña toda la noche y gran parte de la mañana, hasta que al final ella decidió rendirse.
Era maravilloso poder relatar, al calor de un café en la cafetería cercana a la oficina donde todos los días desayunaban, las distintas posturas en las que había follado, y observar la cara de admiración y nada sana envidia con la que sus amigos menos afortunados ponían. Ese en realidad era el verdadero placer, o por lo menos, un placer añadido

Este podría muy bien ser el principio de una película de esas que ponen las cadenas de televisión por la noche, o con algunos matices incluso el de una película pornográfica. También pudiera ser un sueño de esos que todos los hombres tenemos y que hacen que por la mañana decidas espera un poco más de lo normal para salir de la cama, no vaya a ser que tu algunos de tus familiares o compañeros del piso piensen que estas más contento de lo normal, o lo que es peor, que realmente te excite sobremanera el ir al trabajo o la facultad.
Pero la realidad dista mucho de ser algo remotamente parecido a esto, aunque nos quieran vender lo contrario.
En la realidad, nadie miraría al chico al entrar, no habría manera de llegar a la barra, le atendería un camarero gay que además le guiñaría un ojo, y la rubia estaría rodeada de un sin fin de líneas de defensa en forma de esas arpías a las que llama sus queridas amigas. Por supuesto un pato mareado como él no sabría distinguir un merengue de una cumbia, y seguramente ni tan siquiera de un rock&roll, y muchísimo menos bailarlo. El precio de "El ron más barato que tengas con cocacola" le haría dudar toda la noche si podría permitirse el lujo de tomar otro y además compra tabaco, o si por el contrario la siguiente copa seria una maldita cerveza y un paquete de ducados. Lo que estaba claro es que ya no podría tomar un taxi, de nuevo le tocaba patear hasta su casa, mientras meditaba el porqué todas las tías buenas estaban en los bares de moda más caros, o en las discotecas donde encima entraban gratis, mientras que los tíos pagaban. Perra vida.

Y es que nos comen la cabeza desde la más tierna infancia, bueno, en realidad desde la más tierna adolescencia, que es donde nos fijamos en que las tías empiezan a entrarnos por los ojos gracias a las benditas hormonas. Benditas porque hace que nos fijemos en ellas y benditas porque hacen aparecer cosas en las que nos podamos fijar.
Es en ese momento y hasta bien entrada la senectud, donde estamos rodeados de un cuento de hadas que nos hace pensar que esto de conocer a alguna mujer, conquistarla y llevársela a la cama no solo es una cosa extremadamente sencilla sino que además ellas lo están deseando quizás más que nosotros, y si no eres capaz de conseguirlo solo hay dos razones; O eres gilipollas o eres gay. Si eres gay, no hay problema, porque siempre quedan hombres, al fin y al cabo hay más hombre que mujeres en el mundo. El problema, el verdadero problema es si eres gilipollas, porque ningún amigo tuyo te creerá jamás. Todos te dirán lo mismo. ERES GILIPOLLAS.
Si les dices que eres una persona sensible, te dirán que eso son gilipolleces, que lo que pasa es que estas acojonado. Si dices que está en contacto con tu lado femenino, te dirán que eso son chorradas que se han inventado los que son gilipollas o gays y te preguntaran cual de los dos tipos eres.
si les dices que consideras a las mujeres como personas y no como meros objetos sexuales, te dirán que a ellos no les engañas y lo que quieres es follar como todos y si dices que quizás eres demasiado tímido o que la belleza te impresiona demasiado se te quedaran mirando y pensando habrás sufrido algún trama en la infancia que te impide ser un macho completo.
Pero en fin, así son los amigos. personas maravillosas que te quieren, te respetan y que saben perfectamente que es lo que tu tienes que hacer con tu vida; es mas, te tienen tanto aprecio que están dispuestos a ponerte a parir delante de cualquier persona, con tal de hacerte reaccionar, eso si, de acuerdo siempre a lo que él piensa.

Sin embargo algo de todo esto queda en el subconsciente y después de un fracaso sentimental, seguido por varias semanas de profundas comeduras de tarro, te empiezas a plantear hasta que punto tus amigos tenían razón. Es en ese momento cuando recurres a tu más vieja amiga, a esa que siempre te ha dicho las verdades a la cara, a la que te ha acompañado desde tu más tierna infancia y la que jamás te ha fallado. LA TELEVISIÓN

Siempre esta ahí, cuando y donde quieras. La llaman "la caja tonta" pero tu has aprendido mas de ella que de cualquiera tus profesores. Con ella aprendiste a contar, a diferenciar entre cerca y lejos, has conocido África a través de ella, y te ha aportado toda la información sexual que tus padres jamás te dieron.
Sin embargo, llega el día en que te das cuenta de que esa amiga fiel, no es más que una estúpida caja que te ha estado engañando durante toda la vida.
Pero esto solo es después de comprobar que todos los consejos, todos los mensajes subliminales que tu vieja amiga te dispara por los ojos, no se parecen ni remotamente a la cruda realidad, al menos de una ciudad de provincias. No digo que algo de ello sea valido digamos por ejemplo en California, pero no en ninguna de las ciudades que conozco.

Analicemos un poco los vehículos de estos bulos que nos vende la televisión:

La publicidad: son muchos y variados los anuncios en televisión, pero en la mayoría de ellos, vendan el producto que vendan, nos encontramos con unos arquetipos bien diferenciados. ELLA, monísima, trabajadora sofisticada y totalmente dispuesta a concebir, criar y educar a tus hijos, eso si, disfrutando antes de unos cuantos años de sano y salvaje sexo seguro. A EL le podríamos definir como el prototipo de hombre español medio, es decir, metro noventa por metro noventa, descomunales pectorales, tipo de Dios de la mitología griega, tupida cabellera y ni un gramo de grasa, de esos para los cuales la palabra michelín es solo la marca de los neumáticos con los que calza su deportivo rojo pasión. Es por ejemplo el anuncio de una conocida marca de bebidas refrescantes, y mas concretamente, la Light.
¡¡¡Por amor de Dios, quien se va a creer eso!!! ¡¡Ese tipo de hombre no existe!!. ¡Al menos es España. Tal vez en California!.
Sin embargo siempre uno piensa que con un cuerpo así las mujeres se te tirarían directamente a la bragueta antes de preguntar tu nombre, y como al fin y al cabo es lo que estas buscando (desesperadamente en la mayoría de los casos) empiezas a plantearte la idea de meterte en un gimnasio. y digo bien, solo a plantearte, porque no tomas jamás una decisión en firme hasta que lo hayas consultado al menos con tus amigos más íntimos.

TU - Estaba pensado meterme en un gimnasio- (atragantar de copas y cachondeos varios)
AMIGO 1- ¿Pero para qué, tan desesperado estas?
TU - joder que no, lo que pasa es que hace tiempo que no hago deporte...
AMIGO 2- y de follar ni hablamos!
TU- Vete a la mierda, no estoy hablando de eso. Me apetece empezar a hacer algo de deporte.
2- Por mi como si te los depilas con pinzas
1- Pues a mi no me parece mala idea, porque en los gimnasios siempre hay unas tías buenísimas con unas malla ajustadas, y seguro que a alguna le puedes entrar a saco
2- Si y también esta lleno de maricones que te pueden entrar a saco a ti.
TU- Bueno, no será para tanto
2- Tu fíate y no corras.
Es así como, después de poner una velita a Dios y otra al diablo, te plantas en el gimnasio de moda de la ciudad dispuesto a dejar atrás las la nicotina el alcohol, esa panza a la que ya le estabas empezando a tomar cariño, y sobre todo la abstinencia sexual. Una vez allí, tienes que hacer verdaderos esfuerzos para poner cara de poker, siguiendo el pensamiento ese que dice que es mejor callar la boca y parecer estúpido que abrir la boca y confirmar las sospechas.
El primer shock, por supuesto el precio. Quizás no es que sea demasiado caro, pero solo al pensar las agujetas que vas a tener durante las primeras semanas, te hace recordar los cólicos nefríticos que periódicamente sufre tu padre cuando tiene que pagar la hipoteca del piso. Ahora empiezas a comprenderle.
En el interior todo es muy bonito, con calidos suelos de madera, hilo musical de fondo, videos de la MTV en unas televisiones y la retransmisión un partido de fútbol australiano que dan en Eurosport . Fantástico, la primera impresión es estupenda. Después de mirar arriba y abajo, es cuando fijas tu vista a media altura y observas a miles de aparatos de aspecto amenazador, y que prometen no solo un duro sufrimiento mientras realizas los ejercicios, sino además, destierra toda esperanza de dejar de tener agujetas alguna vez en tu vida.
Pero los sustos no han hecho más que empezar. En ese momento se presenta ante ti el que sin duda va a ser (lo sabes ya) la persona que más vas a odiar durante muchos años, por lo menos hasta que te hagan la primera inspección de hacienda. El Monitor.
Es de esas personas que podría haber nacido en la Baja California, me explico; tipo californiano, altura 160 cm.
MONITOR- Bueno, vamos a empezar a ponernos cachas, no? Lo primero un ligero calentamiento- sonrisa sardónica- Vamos a empezar con la bicicleta estática. Como eres un chaval joven, vamos a empezar con el programa tres en el nivel dos, así ponemos un poco de esfuerzo.
TU- Bueno tu dirás, yo no tengo ni idea.
MONITOR- “Ocay”, entonces media horita
TU- ¿De que?
MONITOR De calentamiento!
TU- No jodas! Oye Oh, que quiero hacer un poco de deporte, coño, no ganar el Tour de Francia!
MONITOR- Venga hombre, que esto no es nada!!
Y como un cordero al matadero, te diriges a la bicicleta que te ha indicado, mientras te acuerdas de toda la familia cercana del cabrón ese.

Muy bien chavalote, vamos a ver como va esto. Si, aquí se escoge el programa, uno, dos, tres, ya esta. En este otro botón el nivel, uno y dos, bien, estamos preparados.
Virgen Santa! Que coño es esto!!! En la pantallita de la bici aparece un perfil de etapa. Ya lo tengo claro, el año que viene correré el Tour. De momento te ha metido una etapa alpina con final el Alpe D’huez. Aun no hemos empezado y ya me cae por la frente una gota de sudor frío.

START. Los primeros minutos son los peores, por la sensaciones de ridículo que tienes al estar pedaleando como un autentico poseso (al fin y al cabo Indurain es español, y uno se acaba emocionando) y ver que en realidad no te mueves del sitio. Vaya, en televisión parecía más divertido, por lo menos veías árboles y tal. En fin, una etapa es una etapa.
MINUTO 10, comienzas a sudar como hacia años no lo hacías y compruebas como tus manos se empiezan a deslizar por el manillar, lo mismo que tu culo con el sillín. Comprendes por fin porque el gimnasio esta lleno de carteles que agradecen que uses toallas durante el ejercicio.
MINUTO 20. Todo se difumina, aunque no sabes si es por el agotamiento físico o por la cortina de sudor que cubre tus parpados. Lo único que alcanzas a ver es el parpadeo del contador de la bicicleta, anunciándote que se acerca el Angliru, al fin y al cabo estas en Asturias y hay que tirar para la tierrina.
MINUTO 25. En tu mente aparece el cartel de “comienza puerto” e invocando al espíritu de Perico Delgado, te dispones a dar el resto. Tal decisión se mantiene aproximadamente 30 segundos, durante los cuales te estas imaginando ya como te coronan al final de la etapa. Del segundo 30 al 50 desciende el ritmo de pedaladas, hasta llegar prácticamente a cero, y ya solo te queda otros 4 minutos y 10 segundo de total y absoluto sufrimiento, en los cuales desearías parecer más a Rambo, por aquello de “no siento las piernas”

Fin del sufrimiento. De momento. Intentando mantener la compostura y disimular el temblor de rodillas bajas de la bicicleta, aspiras profundamente, y levantas la cabeza, como diciendo “ahí queda eso” y esperas ver a todas las personas observándote con admiración arrebatadora, pero por supuesto, cada uno esta a lo suyo.
Solo el monitor parece ver que existes, justo la única persona que no querías que lo supiera.
Lo que viene a continuación, solo puede ser definido como sadismo. Decenas de ejercicios en maquinas, con tres series de 20 repeticiones y una cantidad de peso que no sabias que existiese. Dan ganas de explicarle que en el último ejercicio de halterofilia que hiciste, el peso era exactamente el de una litrona con vaso y todo. Pero decides no hacerlo, porque lo importante es adquirir un cuerpo de anuncio.

Después de dos horas de tortura, llega el colofón. Es cuando el monitor da por terminado la jornada, aunque eso si, antes de irte a la sauna y la ducha, tienes que hacer 50 abdominales.
Un escalofrió recorre tu cuerpo, mientras recuerdas la clases de gimnasia del instituto, esas en las que, con suerte, conseguías hacer 20 o 25 abobinables, con los llamabas entonces. Te consuelas pensando que como ya te duele todo el cuerpo, apenas lo notaras, pero no, lo notas y mucho. Solo un parto podría ser peor.
Por supuesto no haces los 50, ni siquiera los 25 que solías hacer, e intentando que nadie te vea, huyes como un conejo hacia los vestuarios.

Sentado en los vestuarios, te dedicas a hacer balance de la jornada. Sufrimiento, agotamiento y dolor, mucho dolor. Y lo peor de todo es que no has conocido a ninguna tia.
Entonces, sale esa vena ecologista que hay en ti, al comprobar que tampoco aquí se aplican las reglas del ahorro energético. Solo de esa manera se puede explicar que haya dos saunas, una para tíos y otra para tías. ¿Como pretenden que conozcas a alguien así! Por no hablar de las duchas, claro, porque hay que ver la cantidad de agua que podríamos ahorrar si nos ducháramos en pareja según las preferencias.

Sales del gimnasio con más cabreo que dolor, y lo único que puedes hacer es alzar la mano para llamar a un taxi. El sofá de casa te espera.
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martes, 21 de agosto de 2007

El Sueño del Constructor

Este relato es una continuación del cuento "El constructor de sueños" que podéis encontrar más abajo. Espero que disfrutéis tanto leyendo como disfrute yo imaginándolo y escribiéndolo.

Como cada mañana, el anciano se despertó poco antes del amanecer. Se preparó una taza de su aromático té y como siempre se sentó en su vieja mecedora, situada en el porche de la pequeña cabaña, a contemplar la salida del sol.
A esa hora el musgo del claro del bosque conservaba aun el rocío de la mañana, y el aroma a hierba fresca inundaba todo el espacio.
El anciano amaba los amaneceres, porque era el momento del día en el que se dedicaba a recordar los sueños de la noche pasada. En realidad era fácil recordarlo, puesto que siempre eran los mismos. Cada noche soñaba con el amor de su juventud, esa muchacha que le robo el corazón desde el mismo instante en que la vio, aquella tarde de primavera, cuando la brisa marina jugaba con su falda y con su melena castaña, y sus ojos, de un castaño claro que se tornaba verde con el sol, iluminaban su rostro moreno, adornado con una sonrisa que llenaba todos los sentidos.
Vivieron su amor con pasión, con desenfreno, disfrutando de cada momento en el que estaban juntos, sin llegar siquiera a imaginar la tragedia que se les vendría encima. La mañana era gris como el acero cuando se llegaron hasta el puerto para embarcar en la frágil embarcación que él tenia para salir a pescar.
-No salgas hoy a faenar. El viento trae amenazas y el mar se enfurece por momentos- le rogó ella.
-Amor, te quiero más que a mis ojos, pero el amor no llena los estómagos. Si hoy no faeno, mañana no tendremos con qué comer. Yo también escucho las amenazas del viento y la mar, pero también sé que la mayoría de las veces, no son más que bravatas. Muchas veces he visto esto ya, y sé que hay que tener respeto a la furia de Poseidón, pero un hombre no puede vivir con miedo.
-Al menos déjame acompañarte hoy para que no esté carcomiéndome el alma hasta tu regreso.
- Sube amor, y disfruta de esta jornada conmigo.
El día fue fructífero en capturas, pero la tempestad fue arreciando hasta convertirse en una galerna, y mientras él recogía los arneses, ella se acodaba en cubierta. La fatídica ola llego sin previo aviso, y cubrió por completo la embarcación. Cuando la borda volvió a asomar por encima de las aguas, ella había desaparecido, devorada por la mar. Él se lanzo a la inmensidad del océano en un vano intento de salvarla, pero la corriente la había arrastrado hasta el fondo sin darle ninguna oportunidad.
Un grito desgarrador surco el cielo por encima del ulular del viento, y el corazón del muchacho se congelo, a la misma temperatura del gélido mar.
Al llegar al puerto, amarro el bote al pantalán, sabiendo que nunca más volvería. Encaminó sus pasos hacia el hogar que ambos compartían, tomo algo de ropa y las dos tazas de terracota donde ambos tomaban té al calor de la chimenea, hizo un atadillo con ello, con una última ojeada a la casa, comenzó a caminar sin rumbo, hasta que muchos días después, se adentro en el bosque...

Ese recuerdo atormentaba aun hoy al anciano, y ocasionalmente teñía su mirada de nostalgia dolor y alguna lagrima esporádica.
Un ruido en el bosque le saco de sus meditabundos pensamientos, dirigió la vista hacia el ruido y la observo. Envuelta en un vestido blanco de gasa, etérea y hermosa, como él recordaba, cuando la vio por primera vez en la linde del bosque. No sabia su nombre, porque ambos habían olvidados los suyos mucho tiempo atrás, sin embargo él, recordando un viejo libro que leyó en su juventud, la llamaba “la dama del alba”
Su melena negra como la pez, enmarcaba el ovalo de su rostro, de una piel marmórea, y sus enormes ojos grises. Sin embargo su belleza no inspiraba calor en el corazón del anciano.
-Hacia mucho tiempo que no te dejabas caer por aquí- le dijo él a modo de saludo.
- Los años han sido benévolos contigo, abuelo.
- No tanto como contigo, estas exactamente igual que cuando te conocí años atrás, cuando me vine a instalar aquí.
- Lo recuerdo, tú antecesor me era muy querido, pero como constructor de sueños, tú eres mucho mejor. Él era demasiado frío, tenía demasiado dolor en su corazón, en cambio tu, pones tu alma en cada sueño que construyes.
- Sentir dolor es necesario para construir los sueños, también yo tengo aun el corazón desgarrado- alego el anciano.
-Se que aun piensas en ella cada día, pero sin embargo tu has sabido ver la felicidad de hacer felices a otros haciendo realidad sus anhelos.
El anciano se incorporó y ambos caminaron juntos por el claro.
- En realidad, lo que me hacia feliz, es que en cada sueño que construido, ella estaba presente, quizás había violetas que eran sus flores favoritas, o la fragancia que desprendía su cabello, tal vez la luz que había el día que la conocí, o simplemente el calor que ella supo crear en nuestro hogar.
- Lo sé, he seguido de cerca todas tus construcciones. Has hecho un gran trabajo.
- ¿Entonces ha llegado el momento?- pregunto él mientras ambos se sentaban en una gran roca plana.
- ¿No crees que te has ganado el descanso?- replicó ella.
-Creo que no descansare nunca mientras siga teniendo esta sombra fría sobre mi- se sincero él- pero lo más importante, ¿ella esta preparada? No podemos permitir estar un tiempo sin constructor.
-Abuelo, hasta el final te preocupas por la gente, y eso es increíble. Pero no te preocupes, aunque no ha construido nunca ningún sueño, esta preparada.
- Entonces- dijo el anciano, mientras se tumbaba en la roca- llámala para que comience con su tarea.
- Esta a punto de llegar- replico ella.

Cuando Laura volvió a encontrar el claro del bosque, la dama del alba estaba sentada a los pies del anciano, que reposaba tendido sobre la roca. Se acerco a ambos y contempló la cara relajada del viejo, surcada de arrugas y sus blancas canas en sienes y barba.
-¿Esta…?- Laura no se atrevió a acabar la pregunta
-No, aun no- Contesto la dama- espera solo que empieces con tu tarea.
- Pues, será mejor empezar, necesita un descanso- dijo Laura apoyando sus manos sobre su pecho.

Podía sentir el calor de la arena en las plantas de sus pies mientras la brisa fresca del mar acariciaba su piel morena. Contempló sus manos callosas y jóvenes, grandes y fuertes del trabajo en el mar, y que ahora sujetaban un pañuelo e seda de color malva.
El aroma a sal y a algas se fue difuminando hasta que una fragancia muy familiar llego hasta él. Alzo la vista y vio a su amor, a su mujer, a su media mitad caminar por la blanca arena hacia él. Ríos de lágrimas silenciosas surcaron sus mejillas, y cuando ella llego a su lado, apenas pudo articular palabra.
- Hola amor mió.
-He esperado toda mi vida esta momento- respondió el con la voz tomada.
- Así será a partir de ahora, mi amor, no volveremos a separarnos. ¿Ese pañuelo es para mí?
-Si, lo he llevado siempre desde que te fuiste. Era tu favorito.
-Es maravilloso que te hayas acordado.
Se miraron a los ojos, y sobraban las palabras. Su amor era infinito y así sería siempre.
-Vamos a darnos un baño- dijo ella y salio corriendo en dirección a la orilla.
Él miró hacia los cielos y de sus labios se escaparon dos palabras:
-Gracias, Laura.
Y corriendo, se fue detrás de su amor.

Tumbado en la fría roca el anciano esbozo una sonrisa en su cara surcada de arrugas, y placidamente, su corazón dejo de latir, y durante unos instantes, el universo se detuvo.
Laura beso su frente y se retiro unos pasos. La dama blanca se acercó, extendió sus brazos y rezo una oración en una lengua desconocida y ya olvidada. Mientras, del suelo surgieron, alrededor de la roca, cientos de plantas trepadoras, que fueron envolviendo por completo con su manto la roca y el cuerpo. Cuando finalmente la dama bajo su brazos, un estallido de flores violetas cubrió todo inundándolo de aroma, y ya nunca se marchitaron.

martes, 7 de agosto de 2007

Nuestro viejo amigo

Silencio. Tan solo se oía, en la lejanía, el bullicio de la ciudad. Ninguno de los sonidos que habían llenado mi vida estos últimos quince días, nada de música alta para despertar, nada de los ronquidos de 30 personas, ningún “buenos días” en distintos idiomas, ningún grito por el agua fría de las duchas, ningún, “people, five minutes to go!”
Solo silencio y orden, ni una sola colchoneta, ni un solo saco de dormir, nada de ropa colgada, ni camisetas esparcidas por el suelo de madera, no había cafeteras funcionando, no había gente desayunando con cara de sueño y resaca, ni los restos de la sangría de la fiesta anterior.
Vacío, silencioso, ordenado. Aquel gimnasio estaba muerto, carente de la vida que durante 15 había llenado las instalaciones, con el gris telón recogido, la inmensidad de aquel espacio era desoladora.
Sentado en mitad de lo que ahora era poco más que una tumba, con el corazón encogido por la angustia, me di cuenta de que, una vez más, un año más, tendría que despedirme de tanta gente. Otra vez sufrir, en silencio, el ver partir a gente maravillosa, otra vez sentir deseos de llorar y otra vez, no poder hacerlo. Nuevas promesas de volver a vernos que otra vez serán falsas, nuevas intenciones de amistad eterna, que durara apenas unos meses.
Allí, en medio de lo que había sido el centro de toda una convivencia de 30 personas, nuestro cuartel general, casi podía oír aun a los chicos jugando al volley, o a Robert dando el taller de masaje. Aun se percibían los ecos de las canciones de eurovisión y estoy casi seguro, de que podría oír a Virginia diciendo “reunión de organizadores”
La Summer University no había acabado aun, pero aquel gimnasio que nos había dado tanto, se cerraría por última vez este año. Nuestro viejo amigo había cumplido su cometido un año más.Lentamente, como queriendo evitar que todo terminase, dirigi mis pasos hacia la salida, apague las luces, y eche una ultima ojeada. Para mi, SUperaction, acababa aquí, donde habia empezado hace dos semanas. Y con el clic-clic de las dos vueltas de llave, comence con las despedidas. La primera, la del querido gimnasio. Las siguientes, serían más duras aun.