martes, 7 de agosto de 2007

Nuestro viejo amigo

Silencio. Tan solo se oía, en la lejanía, el bullicio de la ciudad. Ninguno de los sonidos que habían llenado mi vida estos últimos quince días, nada de música alta para despertar, nada de los ronquidos de 30 personas, ningún “buenos días” en distintos idiomas, ningún grito por el agua fría de las duchas, ningún, “people, five minutes to go!”
Solo silencio y orden, ni una sola colchoneta, ni un solo saco de dormir, nada de ropa colgada, ni camisetas esparcidas por el suelo de madera, no había cafeteras funcionando, no había gente desayunando con cara de sueño y resaca, ni los restos de la sangría de la fiesta anterior.
Vacío, silencioso, ordenado. Aquel gimnasio estaba muerto, carente de la vida que durante 15 había llenado las instalaciones, con el gris telón recogido, la inmensidad de aquel espacio era desoladora.
Sentado en mitad de lo que ahora era poco más que una tumba, con el corazón encogido por la angustia, me di cuenta de que, una vez más, un año más, tendría que despedirme de tanta gente. Otra vez sufrir, en silencio, el ver partir a gente maravillosa, otra vez sentir deseos de llorar y otra vez, no poder hacerlo. Nuevas promesas de volver a vernos que otra vez serán falsas, nuevas intenciones de amistad eterna, que durara apenas unos meses.
Allí, en medio de lo que había sido el centro de toda una convivencia de 30 personas, nuestro cuartel general, casi podía oír aun a los chicos jugando al volley, o a Robert dando el taller de masaje. Aun se percibían los ecos de las canciones de eurovisión y estoy casi seguro, de que podría oír a Virginia diciendo “reunión de organizadores”
La Summer University no había acabado aun, pero aquel gimnasio que nos había dado tanto, se cerraría por última vez este año. Nuestro viejo amigo había cumplido su cometido un año más.Lentamente, como queriendo evitar que todo terminase, dirigi mis pasos hacia la salida, apague las luces, y eche una ultima ojeada. Para mi, SUperaction, acababa aquí, donde habia empezado hace dos semanas. Y con el clic-clic de las dos vueltas de llave, comence con las despedidas. La primera, la del querido gimnasio. Las siguientes, serían más duras aun.