viernes, 31 de agosto de 2007

Ninfómanas y Otros Seres Mitológicos

En esta época está claro que tambien mi imaginación se ha ido de vacaciones, así que llevo unos días revisando viejos relatos, antiguos proyectos de novelas, y me he dado cuenta de el cambio de estilo sufrido con los años, y que por supuesto no seguirian la linea de "Las Batallas del Abuelo"
Sin embargo, una amiga me animó a publicarlo, para demostrar que yo también tenia una vena callejera. Asi que hoy quiero publicar este boceto de novela cuyo título, "Ninfómanas y otros seres mitológicos" es un homenaje a todos aquellos que, como yo, eramos incapaces de ligar con una chica, y esperábamos desesperadamente que apareciese una ninfómana que, por supuesto, jamas apareció.
Es posible que algunos considereis este relato como políticamente incorrecto y, en ocasiones, záfio. A esas personas, pido perdón de antemano, pero este relato meceria ser publicado, como homejane a una juventud cada vez más lejana
Un hombre joven y bien parecido entra en un bar. En su modo de caminar se nota que es una persona con un gran poder de decisión, con un absoluto dominio de su vida. Levanta la mirada y como si de una nave espacial se tratase, saca una invisible antena parabólica a modo de radar. Con un leve vistazo localiza su blanco. Mujer joven, entre 25 y 30 años, cabellera larga y sedosa, rubia, mirada felina, medidas esculturales.
El joven se acerca a la barra del bar con asombrosa rapidez, puesto que, aunque el bar esta abarrotado de gente, la sola presencia de un hombre asi, hace abrir un pasillo entre el gentío. Todas las miradas se posan en él, con envidia y rencor las de ellos (al fin y al cabo es un depredador insaciable en una jungla de mujeres) y con admiración y arrebatadora pasión las de ellas ( la ley de la jungla, señores. Hay que escoger los mejores genes).
La camarera, una impresionante morena con un escote vertiginoso y una minifalda que deja poco espacio a la imaginación, salta por encima del camarero guaperas con camiseta transparente ajustada a sus pectorales, y acude rauda a ponerle una copa.
Se atusa un poco la melena, que después de la frenética carrera de lado a lado de la barra, había quedado un poco desordenada.
- ¿Te pongo algo? - Le pregunta con una ardiente voz que intenta incitar al joven a arrancarle a mordiscos la ropa.
- Me pones mucho, corazón, pero antes de hacerte nada quisiera tomar una copa.
- ¿Y que va a ser?
- La copa, un cubalibre de Barceló, con mucho hielo y sin limón. De lo otro, ya hablaremos, aunque la pregunta sería más bien cuantos van a ser- respondió él mostrando una picara sonrisa, ayudada por un destello que la luz hizo saltar de su dentadura tipo "Profident".
Con un visible temblor en las manos, ella le pone la copa; el le da un largo trago, mientras la camarera sigue con admiración, el casi hipnótico movimiento de su nuez deslizándose arriba y abajo por su bronceado cuello.
- ¿Que te doy?
- Unas terribles ganas de saltar la barra, arrinconarte contra el rincón más oscuro del bar, y empezar a hacerte un traje de saliva.
- Eso suena muy bien. Cuando acabes de trabajar hablamos del tema, pero de momento cóbrate la copa, y quédate con el cambio- Respondió él mientras deslizaba un billete de 20 Euros en la barra.
Bien jugado, pensó él, siempre hay que establecer un objetivo principal y varios secundarios, por si acaso.

Comenzó a menearse al ritmo del merengue que el discjokey, que parecía prevaricar para que todo fuese perfecto, como si le hiciese falta a él, el rey del merengue, el Dios de los ritmos latinos que permiten arrimar cacho.
Balanceando la cadera como un cantante de moda fue acercándose a la rubia, la cual estaba ya sola, puesto que sus inseparables amigas habían discretamente dejado paso franco para que la sacasen a bailar, y sin mediar palabra le pasó una mano por la cintura, mientras que con la otra le tomo la mano, y comenzó a darle vueltas al ritmo de la música. Al cabo de 15 o 20 giros de esos que hace que los no iniciados teman seriamente que tendrán que llamar a los bomberos para deshacer semejante nudo, estaba claro que ambos querían lo mismo. A la salida de una vuelta especialmente complicada, acabaron bailando con una pierna entre las del otro y moviendo cadera, cintura y pecho a un ritmo que más se asemejaba a un polvo, que a un "inocente" baile.
Acabo la música, y el discjokey continuó poniendo ritmos latinos, pero ya no hacia falta. Al acabar el merengue, la tomo por el cuello y comenzando desde sus hombros (gracias a la camiseta con escote "palabra de honor") hasta su cuello, la fue besando con unos besos húmedos, calientes. Al llegar a su boca, metió su lengua en la de ella, mientras sentía como las rodillas de la rubia comenzaban a temblar. Estaba claro, ya era suya, ya podía hacer lo que quisiera.
Solo era cuestión de acabarse tranquilamente la copa, coger el coche e ir a su piso de soltero. Esta noche, tampoco dormiría solo. Una vez más había triunfado, aunque no era algo que le extrañara, al fin y al cabo, siempre triunfaba.
Quizás lo mejor de todo no fuese el hecho de triunfar en si, sino el comentar la jugada con sus amigos. La dulzura de la cara de ella, su figura, sus medidas casi perfectas, y lo absolutamente insaciable que era en la cama, una autentica diosa del sexo. Menos mal que el tampoco era manco y había estando dándole caña toda la noche y gran parte de la mañana, hasta que al final ella decidió rendirse.
Era maravilloso poder relatar, al calor de un café en la cafetería cercana a la oficina donde todos los días desayunaban, las distintas posturas en las que había follado, y observar la cara de admiración y nada sana envidia con la que sus amigos menos afortunados ponían. Ese en realidad era el verdadero placer, o por lo menos, un placer añadido

Este podría muy bien ser el principio de una película de esas que ponen las cadenas de televisión por la noche, o con algunos matices incluso el de una película pornográfica. También pudiera ser un sueño de esos que todos los hombres tenemos y que hacen que por la mañana decidas espera un poco más de lo normal para salir de la cama, no vaya a ser que tu algunos de tus familiares o compañeros del piso piensen que estas más contento de lo normal, o lo que es peor, que realmente te excite sobremanera el ir al trabajo o la facultad.
Pero la realidad dista mucho de ser algo remotamente parecido a esto, aunque nos quieran vender lo contrario.
En la realidad, nadie miraría al chico al entrar, no habría manera de llegar a la barra, le atendería un camarero gay que además le guiñaría un ojo, y la rubia estaría rodeada de un sin fin de líneas de defensa en forma de esas arpías a las que llama sus queridas amigas. Por supuesto un pato mareado como él no sabría distinguir un merengue de una cumbia, y seguramente ni tan siquiera de un rock&roll, y muchísimo menos bailarlo. El precio de "El ron más barato que tengas con cocacola" le haría dudar toda la noche si podría permitirse el lujo de tomar otro y además compra tabaco, o si por el contrario la siguiente copa seria una maldita cerveza y un paquete de ducados. Lo que estaba claro es que ya no podría tomar un taxi, de nuevo le tocaba patear hasta su casa, mientras meditaba el porqué todas las tías buenas estaban en los bares de moda más caros, o en las discotecas donde encima entraban gratis, mientras que los tíos pagaban. Perra vida.

Y es que nos comen la cabeza desde la más tierna infancia, bueno, en realidad desde la más tierna adolescencia, que es donde nos fijamos en que las tías empiezan a entrarnos por los ojos gracias a las benditas hormonas. Benditas porque hace que nos fijemos en ellas y benditas porque hacen aparecer cosas en las que nos podamos fijar.
Es en ese momento y hasta bien entrada la senectud, donde estamos rodeados de un cuento de hadas que nos hace pensar que esto de conocer a alguna mujer, conquistarla y llevársela a la cama no solo es una cosa extremadamente sencilla sino que además ellas lo están deseando quizás más que nosotros, y si no eres capaz de conseguirlo solo hay dos razones; O eres gilipollas o eres gay. Si eres gay, no hay problema, porque siempre quedan hombres, al fin y al cabo hay más hombre que mujeres en el mundo. El problema, el verdadero problema es si eres gilipollas, porque ningún amigo tuyo te creerá jamás. Todos te dirán lo mismo. ERES GILIPOLLAS.
Si les dices que eres una persona sensible, te dirán que eso son gilipolleces, que lo que pasa es que estas acojonado. Si dices que está en contacto con tu lado femenino, te dirán que eso son chorradas que se han inventado los que son gilipollas o gays y te preguntaran cual de los dos tipos eres.
si les dices que consideras a las mujeres como personas y no como meros objetos sexuales, te dirán que a ellos no les engañas y lo que quieres es follar como todos y si dices que quizás eres demasiado tímido o que la belleza te impresiona demasiado se te quedaran mirando y pensando habrás sufrido algún trama en la infancia que te impide ser un macho completo.
Pero en fin, así son los amigos. personas maravillosas que te quieren, te respetan y que saben perfectamente que es lo que tu tienes que hacer con tu vida; es mas, te tienen tanto aprecio que están dispuestos a ponerte a parir delante de cualquier persona, con tal de hacerte reaccionar, eso si, de acuerdo siempre a lo que él piensa.

Sin embargo algo de todo esto queda en el subconsciente y después de un fracaso sentimental, seguido por varias semanas de profundas comeduras de tarro, te empiezas a plantear hasta que punto tus amigos tenían razón. Es en ese momento cuando recurres a tu más vieja amiga, a esa que siempre te ha dicho las verdades a la cara, a la que te ha acompañado desde tu más tierna infancia y la que jamás te ha fallado. LA TELEVISIÓN

Siempre esta ahí, cuando y donde quieras. La llaman "la caja tonta" pero tu has aprendido mas de ella que de cualquiera tus profesores. Con ella aprendiste a contar, a diferenciar entre cerca y lejos, has conocido África a través de ella, y te ha aportado toda la información sexual que tus padres jamás te dieron.
Sin embargo, llega el día en que te das cuenta de que esa amiga fiel, no es más que una estúpida caja que te ha estado engañando durante toda la vida.
Pero esto solo es después de comprobar que todos los consejos, todos los mensajes subliminales que tu vieja amiga te dispara por los ojos, no se parecen ni remotamente a la cruda realidad, al menos de una ciudad de provincias. No digo que algo de ello sea valido digamos por ejemplo en California, pero no en ninguna de las ciudades que conozco.

Analicemos un poco los vehículos de estos bulos que nos vende la televisión:

La publicidad: son muchos y variados los anuncios en televisión, pero en la mayoría de ellos, vendan el producto que vendan, nos encontramos con unos arquetipos bien diferenciados. ELLA, monísima, trabajadora sofisticada y totalmente dispuesta a concebir, criar y educar a tus hijos, eso si, disfrutando antes de unos cuantos años de sano y salvaje sexo seguro. A EL le podríamos definir como el prototipo de hombre español medio, es decir, metro noventa por metro noventa, descomunales pectorales, tipo de Dios de la mitología griega, tupida cabellera y ni un gramo de grasa, de esos para los cuales la palabra michelín es solo la marca de los neumáticos con los que calza su deportivo rojo pasión. Es por ejemplo el anuncio de una conocida marca de bebidas refrescantes, y mas concretamente, la Light.
¡¡¡Por amor de Dios, quien se va a creer eso!!! ¡¡Ese tipo de hombre no existe!!. ¡Al menos es España. Tal vez en California!.
Sin embargo siempre uno piensa que con un cuerpo así las mujeres se te tirarían directamente a la bragueta antes de preguntar tu nombre, y como al fin y al cabo es lo que estas buscando (desesperadamente en la mayoría de los casos) empiezas a plantearte la idea de meterte en un gimnasio. y digo bien, solo a plantearte, porque no tomas jamás una decisión en firme hasta que lo hayas consultado al menos con tus amigos más íntimos.

TU - Estaba pensado meterme en un gimnasio- (atragantar de copas y cachondeos varios)
AMIGO 1- ¿Pero para qué, tan desesperado estas?
TU - joder que no, lo que pasa es que hace tiempo que no hago deporte...
AMIGO 2- y de follar ni hablamos!
TU- Vete a la mierda, no estoy hablando de eso. Me apetece empezar a hacer algo de deporte.
2- Por mi como si te los depilas con pinzas
1- Pues a mi no me parece mala idea, porque en los gimnasios siempre hay unas tías buenísimas con unas malla ajustadas, y seguro que a alguna le puedes entrar a saco
2- Si y también esta lleno de maricones que te pueden entrar a saco a ti.
TU- Bueno, no será para tanto
2- Tu fíate y no corras.
Es así como, después de poner una velita a Dios y otra al diablo, te plantas en el gimnasio de moda de la ciudad dispuesto a dejar atrás las la nicotina el alcohol, esa panza a la que ya le estabas empezando a tomar cariño, y sobre todo la abstinencia sexual. Una vez allí, tienes que hacer verdaderos esfuerzos para poner cara de poker, siguiendo el pensamiento ese que dice que es mejor callar la boca y parecer estúpido que abrir la boca y confirmar las sospechas.
El primer shock, por supuesto el precio. Quizás no es que sea demasiado caro, pero solo al pensar las agujetas que vas a tener durante las primeras semanas, te hace recordar los cólicos nefríticos que periódicamente sufre tu padre cuando tiene que pagar la hipoteca del piso. Ahora empiezas a comprenderle.
En el interior todo es muy bonito, con calidos suelos de madera, hilo musical de fondo, videos de la MTV en unas televisiones y la retransmisión un partido de fútbol australiano que dan en Eurosport . Fantástico, la primera impresión es estupenda. Después de mirar arriba y abajo, es cuando fijas tu vista a media altura y observas a miles de aparatos de aspecto amenazador, y que prometen no solo un duro sufrimiento mientras realizas los ejercicios, sino además, destierra toda esperanza de dejar de tener agujetas alguna vez en tu vida.
Pero los sustos no han hecho más que empezar. En ese momento se presenta ante ti el que sin duda va a ser (lo sabes ya) la persona que más vas a odiar durante muchos años, por lo menos hasta que te hagan la primera inspección de hacienda. El Monitor.
Es de esas personas que podría haber nacido en la Baja California, me explico; tipo californiano, altura 160 cm.
MONITOR- Bueno, vamos a empezar a ponernos cachas, no? Lo primero un ligero calentamiento- sonrisa sardónica- Vamos a empezar con la bicicleta estática. Como eres un chaval joven, vamos a empezar con el programa tres en el nivel dos, así ponemos un poco de esfuerzo.
TU- Bueno tu dirás, yo no tengo ni idea.
MONITOR- “Ocay”, entonces media horita
TU- ¿De que?
MONITOR De calentamiento!
TU- No jodas! Oye Oh, que quiero hacer un poco de deporte, coño, no ganar el Tour de Francia!
MONITOR- Venga hombre, que esto no es nada!!
Y como un cordero al matadero, te diriges a la bicicleta que te ha indicado, mientras te acuerdas de toda la familia cercana del cabrón ese.

Muy bien chavalote, vamos a ver como va esto. Si, aquí se escoge el programa, uno, dos, tres, ya esta. En este otro botón el nivel, uno y dos, bien, estamos preparados.
Virgen Santa! Que coño es esto!!! En la pantallita de la bici aparece un perfil de etapa. Ya lo tengo claro, el año que viene correré el Tour. De momento te ha metido una etapa alpina con final el Alpe D’huez. Aun no hemos empezado y ya me cae por la frente una gota de sudor frío.

START. Los primeros minutos son los peores, por la sensaciones de ridículo que tienes al estar pedaleando como un autentico poseso (al fin y al cabo Indurain es español, y uno se acaba emocionando) y ver que en realidad no te mueves del sitio. Vaya, en televisión parecía más divertido, por lo menos veías árboles y tal. En fin, una etapa es una etapa.
MINUTO 10, comienzas a sudar como hacia años no lo hacías y compruebas como tus manos se empiezan a deslizar por el manillar, lo mismo que tu culo con el sillín. Comprendes por fin porque el gimnasio esta lleno de carteles que agradecen que uses toallas durante el ejercicio.
MINUTO 20. Todo se difumina, aunque no sabes si es por el agotamiento físico o por la cortina de sudor que cubre tus parpados. Lo único que alcanzas a ver es el parpadeo del contador de la bicicleta, anunciándote que se acerca el Angliru, al fin y al cabo estas en Asturias y hay que tirar para la tierrina.
MINUTO 25. En tu mente aparece el cartel de “comienza puerto” e invocando al espíritu de Perico Delgado, te dispones a dar el resto. Tal decisión se mantiene aproximadamente 30 segundos, durante los cuales te estas imaginando ya como te coronan al final de la etapa. Del segundo 30 al 50 desciende el ritmo de pedaladas, hasta llegar prácticamente a cero, y ya solo te queda otros 4 minutos y 10 segundo de total y absoluto sufrimiento, en los cuales desearías parecer más a Rambo, por aquello de “no siento las piernas”

Fin del sufrimiento. De momento. Intentando mantener la compostura y disimular el temblor de rodillas bajas de la bicicleta, aspiras profundamente, y levantas la cabeza, como diciendo “ahí queda eso” y esperas ver a todas las personas observándote con admiración arrebatadora, pero por supuesto, cada uno esta a lo suyo.
Solo el monitor parece ver que existes, justo la única persona que no querías que lo supiera.
Lo que viene a continuación, solo puede ser definido como sadismo. Decenas de ejercicios en maquinas, con tres series de 20 repeticiones y una cantidad de peso que no sabias que existiese. Dan ganas de explicarle que en el último ejercicio de halterofilia que hiciste, el peso era exactamente el de una litrona con vaso y todo. Pero decides no hacerlo, porque lo importante es adquirir un cuerpo de anuncio.

Después de dos horas de tortura, llega el colofón. Es cuando el monitor da por terminado la jornada, aunque eso si, antes de irte a la sauna y la ducha, tienes que hacer 50 abdominales.
Un escalofrió recorre tu cuerpo, mientras recuerdas la clases de gimnasia del instituto, esas en las que, con suerte, conseguías hacer 20 o 25 abobinables, con los llamabas entonces. Te consuelas pensando que como ya te duele todo el cuerpo, apenas lo notaras, pero no, lo notas y mucho. Solo un parto podría ser peor.
Por supuesto no haces los 50, ni siquiera los 25 que solías hacer, e intentando que nadie te vea, huyes como un conejo hacia los vestuarios.

Sentado en los vestuarios, te dedicas a hacer balance de la jornada. Sufrimiento, agotamiento y dolor, mucho dolor. Y lo peor de todo es que no has conocido a ninguna tia.
Entonces, sale esa vena ecologista que hay en ti, al comprobar que tampoco aquí se aplican las reglas del ahorro energético. Solo de esa manera se puede explicar que haya dos saunas, una para tíos y otra para tías. ¿Como pretenden que conozcas a alguien así! Por no hablar de las duchas, claro, porque hay que ver la cantidad de agua que podríamos ahorrar si nos ducháramos en pareja según las preferencias.

Sales del gimnasio con más cabreo que dolor, y lo único que puedes hacer es alzar la mano para llamar a un taxi. El sofá de casa te espera.
....